Aún recuerdo el sonido en el auricular de mi teléfono. Esa rara mezcla provocada por el vozarrón de un Elvio eufórico, y la voz emocionada, incrédula y temblorosa de Mabel. Es que el suyo, el de nuestra casa de Lobería había sonado minutos antes. "Si!...Rivadavia!". Eso es lo que me salió de las entrañas tras la noticia que me daban mis viejos.
Han pasado dos décadas. Enrique Sacco (a quien tanto tengo que agradecerle!) y Fernando Novo (productor de Ernesto Cherquis Bialo) me habían convocado para una reunión en la calle Arenales. Esa era la emisora en la que había dejado mi currículum y algunas grabaciones de relatos. La elegida. La radio que escuché de pibe con mi papá, la radio que me hablaba de "Pincho" Castellano y sus hazañas o de Alejandro Barberón corriendo como si volara en un Súper Independiente tan inalcanzable para el de estos días.
Todos los
recuerdos generan tristeza. La remembranza de algo triste trae tristeza de por
sí, y la de algo alegre también porque es producto de una felicidad que ya se
fue, que se esfumó en el tiempo. Este es un día distinto, raro. De esos que quedan
perennes como un mojón en el camino. Llegó el momento de la despedida de
Rivadavia.
Era muy niño y no estaba aún ni en el vestuario para jugar mi partido de relator cuando mi
viejo, sin proponérselo trajo de su mano hacia mí esta bendita profesión. Él escuchaba radio todo el día. Y yo a su lado. Que las carreras…que Muñoz y el
fútbol…que las interminables previas de los domingos…que los postpartido. Todo
pasaba por ese aparato lleno de voces que sacudían sentimientos y sensaciones. Se metió en mi sangre como un virus hospitalario, aunque deba hacer una enorme salvedad por la sanación que me produjo.
La puerta de La Oral Deportiva, la de la histórica,
emblemática y gloriosa Rivadavia se me abrió de par en par para pasar en ella nada menos que la mitad de mi vida. En el tránsito me casé con Gabriela, mi amor, perdí a mi papá y nacieron mis tres hijos: Santiago, Malena, y Matias para completar el podio.
Está jugada está terminando en el arco de enfrente con
un golazo al ángulo porque el cierre del ejercicio es escandalosamente positivo.
Esta jugada comenzó en el arco propio en aquel verano de 1.995 con un Racing 0
– Independiente 0 en Mar del Plata y la primera nota que hice como vestuarista:
DIEGO MARADONA. Todavía tengo en mis
retinas la imagen del flamante DT de “La Academia” (el equipo de mi viejo!!) a
minutos de comenzar el partido en el banco de suplentes y la de este servidor
diciéndole: “Diego, estamos en vivo en La Oral Deportiva. Puede ser un
minuto?"...Y el 10 respondiéndome: “Si, dale, veni” acompañando las palabras con
palmadas a la butaca que estaba a su lado para que me sentara junto a él. Para arrancar ese "Si" debí pronunciar las palabras mágicas: "La Oral Deportiva". Aún lo veo al grandote Eduardo Luis (el querido amigo y relator rosarino de esa, mi primera transmisión), a Carlos Menendez (comentarista con quien fuí a Japón por primera vez para relatar Boca Jrs. - Real Madrid en 2.000) y Rosales (el técnico que armó todo) felicitándome por la iniciativa y dejándome en claro
que no todos habían podido debutar con una entrevista así.
Esta jugada
tuvo desarrollo en la mitad de la cancha. Rivadavia (desde hace 12 años junto a ESPN) me permitió viajar por el país, Europa, Japón, Sudáfrica, toda América y otras partes del mundo, pudiendo compartir
momentos inolvidables con Enrique Sacco, Julio Ricardo, Ernesto Cherquis Bialo,
Walter Saavedra, Carlos Menendez, Eduardo Luis, “Cacho” Fontana, Héctor Larrea,
Antonio Carrizo, Enrique Llamas de Madariaga, Nancy Pazos, Jorge Pizarro, el
querido y recordado Mario Mazzone, Mauro Viale, el “chango” López, Ricardo Scioscia (comentarista de mi primer relato en Rivadavia), Hernán Didoda (comentarista de mi primer relato en primera división), Guillermo
Poggi, Marcelo Palacios, cientos de colegas y, por suspuesto, mis compañeros actuales de La Oral Deportiva y los que
pasaron constituyendo una lista interminable.
Con todo nuestro grupo un nuevo camino nos espera por ESPN FM 107.9, la casa propia. Todo comenzará también en un caluroso diciembre. Estoy muy feliz por esto que reinventa, motiva, revive, despierta, entusiasma, sacude. "La mejor forma de predecir el futuro es creándolo" decía Drucker. Para todos espero haya salud, paz, trabajo, y en este final de año permítanme un cuarto deseo ante lo particular del momento: bienestar para Rivadavia y su gente en honor a la inmensa felicidad que ese lugar me dio.